Lofti Lagha, detenido tunecino en Guantánamo, dice
que las fuerzas estadounidenses abusaron de él
13 de agosto de 2007
Andy Worthington
En junio fui el primer periodista que cubrió la historia de Lofti
Lagha, uno de los dos tunecinos repatriados desde Guantánamo, que se
enfrentaba a un futuro incierto en su país natal. Mientras se temía que su
compatriota, Abdullah bin Omar, se enfrentara a torturas a su regreso a Túnez
(lo que se confirmó
en julio), el destino de Lagha era imposible de predecir. Al igual que otros
cientos de detenidos de Guantánamo, había pasado más de cinco años bajo
custodia estadounidense sin cargos, sin juicio y sin conocer nunca a un abogado
que pudiera contar algo de su historia al mundo exterior.
Siete semanas después de su regreso a Túnez, a Lagha se le ha permitido por fin reunirse con un
abogado, Samir Ben Amor. No ha hablado sobre el trato que ha recibido desde su
regreso -aunque Ben Amor señaló que "se espera que sea juzgado en Túnez a
finales de este año" y "podría enfrentarse hasta a seis años de
prisión" si es declarado culpable de los cargos de "asociación con un
grupo terrorista"- y Ben Amor no dio más detalles sobre el conflicto entre
las afirmaciones de Lagha de que trabajaba para la organización misionera
Jamaat-al-Tablighi y no tomó las armas contra nadie en Afganistán, y las
acusaciones de los estadounidenses de que estaba implicado con el terrorismo,
limitándose a decir que su cliente "había viajado a Afganistán a
principios de 2001 desde Italia, donde se había establecido como inmigrante
ilegal y se había convertido en un musulmán devoto"." Associated
Press, que informó de la reunión de Lagha con Ben Amor, añadió que, antes de su
detención en la frontera pakistaní, "se encontraba en Tora Bora,
Afganistán, en plena campaña militar dirigida por Estados Unidos que derrocó al
régimen talibán, aunque no quedó claro de inmediato por qué estaba allí."
Sin embargo, de lo que sí ha hablado Lagha es del trato brutal que recibió en Afganistán a manos de
las fuerzas estadounidenses. "Tenía las manos y los pies congelados por el
frío glacial", declaró a su abogado, y explicó que, tras pasar tres meses
en un hospital de Pakistán, fue entregado a los militares estadounidenses, que
lo llevaron a su prisión de la base aérea de Bagram, al norte de Kabul. Según
Ben Amor, "fue allí donde los médicos estadounidenses dijeron a Lagha que
era necesario amputarle los dedos congelados, contradiciendo a los médicos
paquistaníes que habían dicho que no necesitaba una operación". Ben Amor
añadió que "Lagha se opuso vehementemente al procedimiento, pero una noche
lo drogaron y al día siguiente se despertó y descubrió que le habían amputado
los dedos, dejándole sólo los pulgares. Cuando despertó, afirma que fue
golpeado y pateado por soldados estadounidenses".
Casi seis años después de su captura, Lagha sigue siendo un misterio. Con escasas perspectivas de que
reciba un juicio justo en Túnez, estas últimas noticias -de amputaciones
forzadas e innecesarias por parte de las autoridades estadounidenses, que, cabe
señalar, han sido denunciadas por muchos otros presos, tanto en Afganistán como
en Guantánamo- no contribuyen en absoluto a indicar que haya habido justicia en
el trato que ha recibido.
Base aérea de Bagram.
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[Nota: El nombre del Sr. Lagha está mal escrito. Es "Lotfi", no "Lofti"].
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